lunes, septiembre 07, 2009

War clones o de los sabios del toreo



Su mirada ha cambiado, también su postura de viaje. Pendientes de la hostilidad, oblicuos a la conversación de las calles, así transitan, instantáneos, atentos al último parpadeo del que les observa en la esquina de una calle o desde el vehículo de al lado.

Con la mirada perdida por el acontecer violento, hay quienes viajan sigilosos para evitar los vínculos que obligan al dolor y permanecen atentos al disparo, al grito, al alarido, al silencio mismo de una ciudad entristecida por el innecesario derramamiento de sangre.

Porque a ciertas horas del día se puede percibir por la ciudad a futuros fantasmas transportarse inciertos junto a su delirio y los más desprotegidos han decidido a través de la imitación evitar ser las nuevas victimas o como se dice en el gabacho, casualties of war.

Son los pasajeros obreros, los de oficios, que al término de su jornada, viajan en las cajas de carga de las camionetas.
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Algo se nos va quedando de la presencia militar, con la postura que asumen, los obreros intentan confundir al automovilista que les observa extrañado, evitan desaparecer, se protegen con la parodia del guerrero y aunque ellos saben del riesgo, adoptan la nueva costumbre como única esperanza de librar el trayecto a casa.

Los veo partir como eternos vigías, estatuas que pretenden cobrar vida y no tienen escape de un espacio de apenas unos metros. La ciudad, como le conocíamos, ha cambiado y es aquí que el tiempo para ellos es un puente para llegar a ninguna parte. Sólo pueden ver a través de la locura. Donde quiera que vayan o lo que hagan pierde el valor de increíble y se ha convertido en parte de su rutina.

Su única esperanza es llegar con bien al trabajo, al domicilio donde la esposa e hijos esperan, no hay rifles ni equipos blindados que los protejan del odio de otros, sólo su trabajo y la actitud de fortalecerse.

Es un parpadeo más. Quizá una lágrima. De nuevo el silencio y un cambio de color en el semáforo y hay una guerra inmerecida en la ciudad y duele tanto que anochece, sombras nada más es lo que queda en la calle. Y el asfalto arde.

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