¿Y mis 50 mil pesos qué?
Ojalá que llueva no importa que sea café y mucho menos en el campo, que se drenen las nostalgias de una buena vez, que Ulises ya no insista jalándome del cabello para que me levante y lo lleve a comer hamburguesa. Que los días sean lo que deban ser y que las noches no me roben el silencio, que no quede todo en mera alucinación de la verdad y termine reclamando a la polecía mis cien billetes de 500 varos.
No hay pedo my friend, yo sí te comprendo ¡y arriba el Atlas!
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