He dejado mis fotografías en lo helado del miedo, en el lodo de al lado, donde mi conciencia trata de cegarse al cualquier contacto con mi historia. Amaneció nublado y parece que las horas no transcurren. Todo permanece entre palabras más o menos identificables. Cosas ya dichas que no provocan alegría. Todo es gris.
La gente se va y viene con ningún propósito más allá de permanecer entre los muebles. Hablo y me desmorono. Me desmorono para no tener que entenderme. Pero hay migajas de mí que lo explican todo. Están las fotos, por ejemplo, de ese yo que ya no soy. Todo es gris.
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Hay tardes como esta, en que la palabra se me escapa. Por eso recurro al teclado, para tratar de recuperar el habla.
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