Big Chicharronera
No podemos dejar de lado, aunque lo intentemos, enterarnos de lo que ocurre en la televisión mexicana. Y más si se trata de un fenómeno mercadotécnico de las proporciones que ha alcanzado Big Brother.
Para mi sorpresa, me enteré esta mañana que una de las inquilinas será una chava que pertenecía a la facultad de ciencias políticas donde alguna vez se supone que estudie.
Me refiero a Elizabeth Álvarez, una chica de no mal ver, que en fechas recientes incursiona en las telenovelas de penosa calidad, como son las de Televisa (o bueno, ¿acaso hay telenovelas que valgan la pena?).
Total que la noticia ni me generó alegría ni mucho menos pesar, solamente me viene a la mente una anécdota propia de los años universitarios, que el buen compañero otrora de los años de estudiante y hoy laboral, Igmar Prieto, me recordó.
Resulta que fue en un día del estudiante, cuando, varios de los que nos acoplábamos y que nos hacíamos llamar la Klika Z-14 (jajaja, los nombres que se pone uno por destacar), nos dirigíamos a lo que se suponía iba a ser un verdadero día de campo para celebrar a la bola de burrotes que solamente acudíamos a las aulas a calentar los pupitres.
Pues bien, en aquella ocasión, se había acordado por mandato de los directivos en turno, que la pachanga se realizaría en un rancho propiedad de uno de las profesoras, según recuerdo, creo que se llamaba el Safari.
El mencionado territorio agreste, nos fue promocionado como un verdadero paraíso en donde inclusive íbamos a tener la oportunidad de apreciar la fauna salvaje, entre ellas un león.
Vaya, acostumbrados a ver solamente chatarra en los establecimientos de venta de partes usadas (yonkes), nos decidimos a emprender el viaje por carretera, al susodicho lugar.
Luego de recorrer más de media a hora en mi viejo Grand Marquis, al que en ese tiempo le llamaban el Crosty Móvil o Crostíbulo, (por mi parecido en eso días al payaso que sale en los Simpsons –sin comentarios- ), jajaja y que por cierto apestaba a vómito producto de una borrachera la noche anterior, nos adentramos al camino vecinal donde se suponía estaba el Safari.
Acompañado de los otros ochos integrantes de la Z-14, de repente nos vimos en un embrollo al atascarse el automóvil, ya que el terreno, lejos de ser una terracería se trataba de un camino en medio de los arenales.
Luego de media hora tratando de conseguir maderos y piedras, por fin logramos sacar el Crosty móvil, pero para estas horas ya la sed y el hambre nos estaba haciendo estragos, imaginándonos unos a otros, tal y como ocurre en las caricaturas, como pollos rostizados prestos para ser devorados.
Por fortuna logramos retomar el rumbo y llegar al que se suponía era el paraíso. ¡Oh decepción!, lejos de la idea que nos habían vendido, el lugar no contaba ni siquiera con la sombra de un árbol, y apenas si nos podíamos acomodar por lo estrecho del espacio.
Del león ni hablar, daba lástima el pobre, ya se encontraba todo mosquiento, probablemente ya estaba muerto y ni cuenta se habían dado sus cuidadores, yacía al fondo de un pequeño corral, donde ni siquiera daba muertas de querer escapar.
Para el mes de mayo en esta región ya comienza a calar en serio el calor y tratándose de un pic nic, más de tres se fueron preparados para nadar, porque, otra de las grandes ofertas que nos habían hecho, es que la propiedad contaba con un estanque artificial, en el que todos podrían lucir sus dotes de sirenas y tritones.
Martín, otro de los miembros de la Klika nos salvó de caer en el nuevo engaño: lo que nos habían asegurado que era un bello balneario, no era otra cosa que un apartado que se utiliza en las rancherías para introducir al ganado, cuando este se encuentra infectado de garrapatas.
Por si fuera poco, mi cuerpo crudo y casi a punto de la psicosis, reclamaba un trago ya no de cerveza, sino de agua y la situación de mis amigos era similar.
En el lugar se encontraba la bonitilla de Elizabeth Álvarez, siempre metida en las ondas grilleras de las sociedades de alumnos y esas cosas que no sirven para ni madres a los estudiantes.
De muy buen humor, tratando de calmar los ánimos –en el sitio tampoco había casi cerveza y la que había, se encontraba más caliente que Alfonso Zayas en sus buenos tiempos-, Elizabeth iba y venía entre los que se encontraban a la espera de que un milagro ocurriera.
Es en este momento, como si hubiera sido sacado de un comercial de papas fritas, cuando la bella Elizabeth, agarró una bolsa de fritangas y con su voz gutural, más fastidiosa en ese momento donde el hambre y la sed nos estaba acabando la paciencia, comenzó a gritar “¡No se agüite mi chavo, coma chicharrones!, lo cual obviamente fue el acabose para que nos retiráramos más rápido que en chinga de ese puto espacio del desierto.
Para nuestra mala fortuna, uno de los estudiantes que andaban por ahí Memo Trueba decidió unirse a nuestra huida.
Digo para mal, porque luego de juntar nuestros escasos capitales universitarios, nos dirigimos a un centro comercial a comprar lo necesario para hacer una carne asada en la casa de uno de nosotros, pero que el diminuto Memo, tuvo a bien de exterminar ¡El muy cabrón se comió casi toda la carne!, la tarde comenzaba a morirse y con ella nuestros deseos de celebración, solamente unas cuantos botes de cerveza barata nos ayudaron a pasar el mal rato.
Con el tiempo uno extraña las penurias, ésas que eran compartidas con los camaradas que en ese tiempo se perjuraban una conexión por siempre y auqne a veces pasa el tiempo y las promesas se disipan, con orgullo puedo reconocer que aún les conservo como mis leales e infranqueables amigos.