domingo, agosto 10, 2003

I
El odio es una de las facultades que tengo para renovar mis instintos, vivo constantemente atormentado por flashbacks que me remontan a épocas poco cordiales, lo que deviene en un cambio en mi carácter que va de la sonrisa a la observanza de colmillos dispuestos a clavarse en su presa.
Viene el odio desde lo más profundo del aire, se restrega en mi rostro para recordarme cada vez que me veo al espejo quién soy en realidad, está la bestia en mi esperando la oportunidad para que le habra la puerta, se ríe de mí, de los comentarios externos, vigila cuidadosamente al enemigo, últimamente ha dejado de buscar batallas, pero eso no le resta facultades vengativas.
En mi el yo-lobo-escapa tiene preparada algo de sangre para ciertos adversarios incómodos, personillas que de alguna forma se sintieron parte de un mundo que no les corresponde y quisieron llegar a arrebatar el vacío en la barra de bar al que asisto, por ejemplo.
A todos ellos, infames y málditos, les espera una venganza no sutil e indirecta, sino vista de frente y despiadada. Sabrán del miedo cuando lo vean tocar con las pesuñas sus lágrimas y sientan el hedor del aliento y el calor de las fauces en sus gargantas.
(Creo que necesito tomar agua, eso pasa cuando tengo sed)

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